MARULA DI COMO

Fotomontage

Fotomontage
  • Exhibited at Espacio Giesso Reich
  • El ojo que todo lo ve
  • Group show
  • Curator: Leo Chiacho & Alberto Passolini
  • Text by Fabiana Barreda
  • Buenos Aires
  • 1992

"Madonna, a la niña causante de esta muestra.
A lo largo de la historia del arte, uno de los géneros sublimes de la religión cristiana es el de la madonna y su niño. En estas obras que vemos hoy, la madonna no sólo es el objeto de representación sino también el autor. Desde este punto de vista somos testigos de una interesante rotación, el niño o la niña desaparece de la escena y el foco se dirige al cuerpo de la madonna. Estamos frente a autorretratos de una madre, el acontecimiento de la maternidad viaja en el tiempo y se nos hace visible hoy desde la mirada de una mujer que fue madre. Junto a la imagen sublime de la maternidad, todos los estados emocionales paradojales del siglo XX se hacen carne digital. Metamorfosis sublime y extraña, el embarazo construye su laberinto de imágenes corporales para la mujer, que van desde el máximo deseo y la suavidad gatuna hasta el peso exhuberante del sumo. Como un diamante los reflejos narcisistas estallan y brillan apareciendo siempre el rostro de la autora dibujado en cada personaje o en estado de metamorfosis. Si seguimos atentamente estas imágenes cruzamos todos los estados emocionales desde la comedia a la tragedia, pero estas miniaturas pueden desde un extraño humor rescatarnos de los fantasmas más temidos sobre el cuerpo que puedan llegar a aparecer. Mujer y madonna, Marula retrata la maternidad, una maternidad vital y contemporánea con sus sueños y fantasmas, con las ilusiones, los miedos y los deseos. Todos estos estados son tiernamente tragicómicos, como ser padres por primera vez."

Fabiana Barreda


  • Exhibited in Galeria Ruth Benzacar
  • Parsimonia
  • Group show
  • Curator: Rafael Cipollini
  • Catalog text bx Rafael Cipollini
  • Buenos Aires
  • 1994

"Escribió Héctor A. Murena "nunca encontraron el metal con que soñaban, pero se les impregnó el poderoso espectro de su luz inexistente, volviéndolos aún más débilies ante todos sus espejismos." Una ausencia intervino el aire y popuso otra atmósfera. Parecería ser que el eco de un nombre inexacto (no sólo el nombre del Río que baña las costas de esa ciudad remite a lo buscado) amasó in extremis nuestras condiciones de visibilidad, flotantes en el recato, la moderación, la discreción la parsimonia. Convivimos con el reflejo inventado de una ausencia. Un carácter, un humor extendido del ojo que avanza temeroso, expectante, nunca del todo reposado. Se habló de una mirada biológica enraizada en la genealogía que trazaron algunos historiadores: la luz argentina pertenecería entonces a la familia de las luces cautivas, forradas de delicadeza cromática, poca efusión de contrastes, promoción de grises o material paste, un asordinado vigor en el cual lo que desborda apenas queda sugerido. No tantos años antes del arribo de los viajeros europeos citados, el neoplatónico florentino Marsilio Ficino se encaprichó con una figura: la del occhio grosso (ojo gordo) con la que resumió y ejemplifició la mala digestión del órgano visual, la dispepsia del ojo, la deformación del rostro debido a un indisimulable gigantismo palpebral. Oblicuamente, se inernaba en los estoicos: "no es el ojo el que curiosea en la luz, sin o al revés, decian estos. La luz, sinónimo de sabiduría y entendimiento, encontraba resistencia en el cuerpo humano, capturaba y bloqueaba la visión, irrumpía en lo inmediato. El mismo filósofo propuso ejercicios para librarse del encierro: purgas en la recepción de la imagen, movimientos lentísimos del globo y presiones insignificantes de los párpados. Hacia fines del siglo XIX ciertos homeópatas escribieron acerca "del poder de una miniatura mineral y líqida sobre los bloqueantes divertículos del ojo". ... La elaboración de las formas -aún en los más inventores- jamás arriba al monstruosismo expresivo de ciertas deformaciones excesivas. Las medias tintas, los tonos agrisados, los colores atenuados parecen definir los registros crom·ticos de nuestra pintura". Para esta muestra podría haber utilizado otra palabra: ataraxia, por ejemplo. Simplemente porque las imágenes asÌ lo impusieron: se relacionaban fácilmente en la siempre renacida felicidad de lo discreto y moderado, en aquella voluntad de lo sutil y evanescente. Pero me resultó más inmediato aún el carácter parsimonioso de lo expuesto: una muestra más de arte argentino que, en el deseo de no enunciar nada lo dice casi todo. Parsimonia es parte de la luz argentina. Habita en ella. Sólo queda establecer cómo."

Rafael Cipollini